miércoles, 27 de marzo de 2013

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Venganza


Te daría un beso, pero acabo de lavarme el pelo, le dijo Marta a su marido en esta ocasión. Esteban siguió actuando con naturalidad; se colocó el abrigo, se puso la bufanda, cogió el maletín del portátil y salió de casa como cada mañana. Envió un correo al despacho alegando un contratiempo. Ahora había que confiar en que el lugar no estuviese pillado, de ser sí, habría que optar por la segunda opción. Sacó el coche del garaje y, hubo suerte, instaló el vehículo en el lugar más propicio. Repasó el plan mentalmente. Media hora más tarde Marta dejaba atrás el domicilio conyugal; la primavera, ausente en el calendario, estaba instalada en su rostro.

A Esteban le tembló ligeramente la mano al poner el coche en marcha; tendría que ir en segunda...

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