lunes, 27 de agosto de 2012

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El invitado de las monjas azules


El invitado de las monjas azules

Cuenta una leyenda que en un remoto lugar había una montaña hueca cuya entrada era secreta. Ese secreto se transmitía oralmente de veinte en veinte años. El interior de la montaña era muy espacioso y poseía vida propia. Sus moradoras confeccionaban todo lo necesario para subsistir con la materia prima allí producida. Jamás salían al exterior; en una ocasión osaron hacerlo y, un castigo infligido por un ser superior hizo que todo indicio de vida allí creado tuviese una característica común: sería de color azul, acompañado, además, de una advertencia “si repetían la desobediencia el castigo sería más severo”. La característica de esas moradoras adquirió la condición de monjas, las cuales cada veinte años recibían la visita de un hombre joven, fuerte, atractivo y depositario del secreto de la entrada. Durante su estancia en ese lugar visitaba cada noche la alcoba de una monja azul. Una vez cumplido su cometido se organizaba una gran cena en su honor. Los manjares más exquisitos eran para él. El colofón de la cena se componía de una copa que contenía el elixir de la vida, que, paradójicamente estaba aderezado con unas gotas de cicuta,

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