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El invitado de las monjas azules
El invitado de las monjas azules
Cuenta una leyenda que en un remoto
lugar había una montaña hueca cuya entrada era secreta. Ese secreto se
transmitía oralmente de veinte en veinte años. El interior de la montaña era
muy espacioso y poseía vida propia. Sus moradoras confeccionaban todo lo
necesario para subsistir con la materia prima allí producida. Jamás salían al
exterior; en una ocasión osaron hacerlo y, un castigo infligido por un ser
superior hizo que todo indicio de vida allí creado tuviese una característica
común: sería de color azul, acompañado, además, de una advertencia “si repetían
la desobediencia el castigo sería más severo”. La característica de esas
moradoras adquirió la condición de monjas, las cuales cada veinte años recibían
la visita de un hombre joven, fuerte, atractivo y depositario del secreto de la
entrada. Durante su estancia en ese lugar visitaba cada noche la alcoba de una
monja azul. Una vez cumplido su cometido se organizaba una gran cena en su
honor. Los manjares más exquisitos eran para él. El colofón de la cena se
componía de una copa que contenía el elixir de la vida, que, paradójicamente
estaba aderezado con unas gotas de cicuta,
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