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El jardín
Había tenido varias jornadas agotadoras y aquella noche
caí en un sueño profundo, después de no sé cuánto tiempo, me despertó un ruido
persistente. Me costó trabajo llegar hasta el lavabo con el fin, más que nada,
de usar el agua como despertador. Cuando creí estar despierta, abrí el ventanal
que me permitía contemplar el jardín; su visión serenaba mi espíritu, por lo
general bastante agitado. De repente…, no, no puede ser. Aquel perfecto
rectángulo delimitado por el seto que custodiaba mis plantas y flores
favoritas, salpicado con los árboles traídos de paisajes lejanos, se había
transformado en una especie de alfombra color naranja; y para mayor
desconcierto, un ser diminuto armado con un artilugio cortante, se afanaba en
hacer un extraño dibujo sobre ella.
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