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Parálisis
Había perdido la noción del tiempo.
Si en esos instantes alguien le hubiese preguntado cuánto tiempo hacía que
vivía en ese estado, no habría sabido contestarle si días, meses o años.
Deambulaba de un lado para otro como si estuviese en un laberinto y no encontrara
la salida. Su cerebro decidió no pensar más. Sus pies se movían
descontroladamente. Sus brazos eran dos barras de plomo incapaces de despegarse
del tronco. Sus manos eran de plastilina. Sabía, desde hacía tiempo, que la luz
estaba fuera, pero no encontraba la llave que abría esa puerta. Era noche
cerrada y, con la frente semi apoyada en el lado derecho de la ventana, divisó
allá a lo lejos la luz del tren, y como cada noche, se adivinaba sobre la
última plataforma una tenue silueta varonil quizá hecha visible por la luz de
su cigarrillo.
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